El 70% de la población le sienta mal la leche, ya que tiene dificultades para digerirla por su intolerancia a la lactosa. Son personas que cuando toman lácteos sienten náuseas, hinchazón o diarrea.
La lactosa es un azúcar que está presente en la leche de vaca, en la de otros mamíferos, en la materna y en la leche que tomamos. También puede encontrarse en otros alimentos como en los precocinados o en la bollería industrial.
La lactosa para ser digerida necesita la enzima lactasa, que se encuentra en el intestino delgado y se encarga de descomponerla en glucosa y galactosa para que llegue al torrente sanguíneo.
Al nacer, la intolerancia a la lactosa es muy rara, ya que es el único alimento del bebé y su intestino produce grandes cantidades de lactasa para poder digerir este disacárido. Sin embargo, a partir de los 20 años, la actividad de esta enzima se reduce y nos cuesta tolerar bien los lácteos.
La intolerancia también puede ser pasajera y aparecer cuando las vellosidades intestinales están dañadas por ciertos medicamentos, malnutrición o enfermedades gastrointestinales. Las personas celíacas también pueden ser intolerantes a la lactosa, ya que su sistema digestivo está dañado.
¿Qué síntomas produce?
Cuando la lactosa no puede ser digerida, produce síntomas como hinchazón abdominal, dolor, digestión pesada, flatulencias y diarrea. Estos síntomas aparecen a los 30 minutos de haber tomado el alimento y suelen desaparecer unas seis horas después.
Para diagnosticar si padeces esa intolerancia, la Asociación Española de Pediatría informa que «la forma más sencilla de comprobarlo es suprimir la leche de la dieta entre 2 y 4 semanas para observar si los síntomas desaparecen. Después se ofrece leche de nuevo para ver si vuelven a aparecer. En casos dudosos se puede hacer la prueba del hidrógeno espirado, en la que se mide la concentración de hidrógeno en el aliento (procedente de la fermentación por las bacterias intestinales) tras tomar cierta cantidad de lactosa. También se puede estudiar la acidez de las heces, midiendo el pH o los cuerpos reductores».
¿Es aconsejable cambiar la dieta?
No, a no ser que haya una ausencia total de enzima lactasa, pero ocurre en pocas ocasiones. Los profesionales de Centro Uno Alicante aconsejan tomar hasta 6 gramos de lactosa al día, es decir, media taza de leche. También tómalos junto a otros alimentos y repártelos a lo largo del día.
Estos especialidades recomiendan también los productos a los que se les ha extraído la lactosa. Es muy importante consultar todas las dudas al nutricionista, para evitar los síntomas de la intolerancia.
Aunque si decides eliminar los lácteos, asegúrate de equilibrar la dieta para que no se produzcan deficiencias de nutrientes tan esenciales como el calcio, la vitamina D o la vitamina B2 (riboflavina).
La leche sin lactosa está de moda
Varios estudios han comprobado que ya existía la intolerancia a la lactosa hace 5.000 años, pero en la actualidad podemos encontrar leches alternativas. Según los datos del Informe de Coyuntura del Sector Vacuno de Leche, las ventas de la leche sin lactosa siguen aumentando.
Muchas personas han decidido dejar de tomar lactosa sin ser intolerantes a la lactosa, porque creen que estos productos son más digestivos o más buenos para su salud.
“Quien no tenga ningún problema digestivo no va a obtener ningún beneficio (extra) de la leche sin lactosa”, afirma la doctora Ana Zugasti, del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), y señala que “ni es más saludable ni engorda menos. Simplemente es una leche adecuada a ese porcentaje de población que sí tiene intolerancia”.
“Si dejamos de trabajar la lactasa -la enzima que transforma la lactosa en el organismo-, esta se vuelve perezosa”, dice Zugasti.
Lo qué si está claro es que la leche sin lactosa es un alimento idóneo para aquellas personas que padecen intolerancias. Para este tipo de personas, “la sin lactosa es una de las mejores opciones desde el punto de vista nutricional”, añade la doctora.
Sin embargo, hay quienes prefieren las bebidas vegetales, derivadas de la soja, la avena o las almendras, pero contienen una menor cantidad y calidad de otros nutrientes, como proteínas, minerales o vitaminas.
Es cierto que la leche sin lactosa no sabe igual que la leche ‘normal’, porque la enzima lactasa rompe la lactosa en sus dos azúcares simples: la glucosa y la galactosa. Por este motivo los consumidores perciben un sabor más dulce.
Muchas marcas han conseguir ofrecer un sabor menos dulce y más parecido a una leche ‘clásica’. Algunos consumidores creen que la leche sin lactosa aporta menos calorías que la leche ‘tradicional’, pero el contenido total de azúcares es el mismo.