El ejercicio y la salud

Todos somos conscientes de que hacer ejercicio es beneficioso para la salud, absolutamente todos, sin embargo no todos practicamos deporte de manera rutinaria. Por otro lado, todos queremos pesar menos, no estar gruesos, pero tampoco hacemos dietas que nos ayuden a llevar una alimentación equilibrada, y mientras tanto lo único que hacemos es quejarnos, tanto de nuestro estado físico como de nuestra apariencia. ¿Es que vivimos en un mundo de locos?

A veces pienso que lo que ocurre es que, en realidad, desconocemos cuáles son esos beneficios que puede aportarnos el deporte, o incluso por qué es bueno para nuestra salud.

Así, sin pensar mucho, la mayoría de la población puede pensar en que hacer ejercicio te mantiene en forma para subir escaleras sin cansarte, jugar con tus hijos y nietos o incluso para poder tener más fondo y aguantar más tiempo sin tener que buscar un asiento como locos. Pero los beneficios del deporte para nuestra salud van mucho más allá. Muchísimo más allá.

Para empezar, la Organización Mundial de la Salud recomienda de forma genérica que toda persona adulta (y anciana, siempre que sus limitaciones médicas no se lo impidan) debe realizar al menos 150 minutos de ejercicio físico aeróbico de intensidad moderada semanalmente o al menos 75 minutos de alta intensidad (o la combinación proporcional de ambos). ¿Queréis saber cuál es la media española? Pues ahora mismo se sitúa en alrededor de 10 minutos semanales de ejercicio por persona. Según Pau Sala, entrenador personal en Alicante, cuando sus clientes consiguen aguantar más de un mes su entrenamiento y empiezan a notar los beneficios en su cuerpo y la mejoría en su calidad de vida, sigan o no de su mano, ninguno de esos clientes abandonan posteriormente el ejercicio físico a no ser que sea por fuerza mayor, normalmente por enfermedad. El problema, por supuesto, es empezar.

Los beneficios

Los beneficios son muchos. Para empezar, nuestro cerebro, cuando hacemos ejercicio, sufre una especie de activación que pone en marcha cada circuito molecular. Lo que ocurre es que se incrementa el flujo sanguíneo, lo que eleva los niveles de factores neurotróficos que producen reparación y crecimiento de nuevas neuronas, reduce el estrés oxidativo y ayuda a degradar ciertas proteínas tóxicas que pueden dar origen a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Párkinson.

A nivel cardiovascular, el ejercicio produce efectos antiinflamatorios, vasodilatación y reducción de los niveles de lípidos.

Previene el cáncer. Sí, sí… aunque parezca un bulo no lo es. Ser activo físicamente previene el cáncer, sobre todo el de mama y colon, ya que el ejercicio reduce las hormonas sexuales libres y ciertas hormonas metabólicas a tiempo que promueve moléculas que bloquean la propagación del cáncer como SPARC o la calprotectina.

Mejora enfermedades metabólicas como la obesidad o la diabetes, regula la presión arterial, incrementa o mantiene la densidad ósea, mejora la resistencia a la insulina, mejora nuestra flexibilidad….

¿Y psicológicamente? ¿Qué beneficios psicológicos notaremos con un ejercicio semanal mínimo? Pues aumenta la autoestima, mejora la autoimagen, rebaja la tensión y el estrés, reduce el nivel de depresión, ayuda a relajarte, aumenta el estado de alerta, disminuye el número de accidentes laborales, mejora nuestra grado de agresividad, ira y angustia y, en definitiva, incrementa el bienestar general.

Pero nosotros, como somos unos seres muy especiales, seguimos empeñados en ser, mayoritariamente, sedentarios.

Cuánto ejercicio necesito para mejorar

Con una hora y cuarto de actividad intensa semanal reducimos un 20-30% el riesgo de mortalidad, lo que no es moco de pavo. Al duplicar esta recomendación de la OMS, la protección aumenta al 37% y la mayor reducción de mortalidad se alcanza al superar el triple de esta dosis mínima, es decir, tres horas y media de ejercicio semanal y un 39% menos de mortalidad.

Pero ¿qué es más saludable, hacer ejercicio o pesar menos? Pues dejando a un lado que lo ideal sería combinar ambas cosas, la realidad es que la falta de actividad física es dos veces más letal que la obesidad, por lo que si no estás seguro de por dónde empezar, si por la dieta o por el ejercicio, es mejor que optes por ponerte el chándal lo antes posible.

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