Cómo preparar física y mentalmente a tu mascota para un viaje en avión.

Viajar con tu mascota en avión puede sonar como una experiencia emocionante y a la vez un poco caótica, ya que de golpe se mezclan las ganas de llevarla contigo con la preocupación de si lo pasará bien, si se pondrá nerviosa o si todo el proceso será un quebradero de cabeza. Al fin y al cabo, los animales también sienten cambios de rutina y de entorno, y eso significa que prepararlos para una experiencia de vuelo requiere algo más que comprar un billete y ponerlos en un transportín. Igual que tú miras horarios, equipaje y controlas que tu DNI no se te quede olvidado en casa, ellos necesitan un proceso de preparación tanto física como mental para poder encarar el viaje de la mejor forma posible.

Entender cómo percibe tu mascota un avión.

Piensa en la primera vez que entraste en un aeropuerto grande, con ese bullicio constante, maletas rodando por todas partes, altavoces repitiendo mensajes y un montón de gente en movimiento. Ahora traslada esa sensación a tu perro o a tu gato, que jamás ha visto un entorno tan distinto, y súmale que su oído es mucho más sensible. Para ellos el simple camino desde la entrada hasta la zona de facturación puede convertirse en una experiencia abrumadora si no les hemos acostumbrado previamente.

La parte física que no debes descuidar.

El estado de salud de tu mascota es la base sobre la que se construye cualquier plan de viaje. Igual que nadie se montaría en un avión con fiebre alta o con un esguince recién hecho, los animales necesitan estar en condiciones óptimas para afrontar horas de traslado. Una revisión veterinaria antes del vuelo es imprescindible, no solo porque lo exigen los certificados sanitarios, sino porque te da la tranquilidad de que todo está en orden. A veces un pequeño detalle, como una infección de oído leve o un problema dental incipiente, puede volverse incómodo durante el trayecto debido a los cambios de presión.

La alimentación también juega un papel importante. Los días previos conviene mantener la misma rutina que siempre, evitando cambios bruscos en la dieta, ya que cualquier innovación puede provocar trastornos digestivos que durante un vuelo resultan mucho más difíciles de manejar. Hay quien piensa que lo mejor es que el animal viaje en ayunas, pero lo ideal es encontrar un equilibrio: un estómago completamente vacío puede darles ansiedad, mientras que uno demasiado lleno puede ocasionar vómitos. Lo recomendable es que coman con cierta antelación, dejando suficiente margen para que hagan sus necesidades antes de entrar al aeropuerto.

El ejercicio previo al viaje es otra de esas claves que a menudo se olvidan. Un perro que ha dado un buen paseo largo antes de salir hacia el aeropuerto tendrá los músculos más relajados y la mente más calmada, igual que cuando nosotros soltamos tensión haciendo deporte. En cambio, si lo subes directamente desde el sofá a la jaula de transporte, acumulará más energía de la cuenta, y eso puede traducirse en nerviosismo durante el trayecto. Con los gatos es distinto porque no se sacan a pasear de esa forma, pero sí se puede jugar con ellos, dedicar tiempo a que se cansen un poco y quemen energía. Es algo tan simple como sacar el puntero láser, una caña con plumas o incluso una caja de cartón, que siempre es un imán irresistible.

En cuanto a la hidratación, ten en cuenta que dentro de un avión el aire es más seco de lo habitual, por lo que es recomendable que tu mascota tenga acceso a agua antes de facturar y justo después de aterrizar. Durante el vuelo, muchas aerolíneas permiten añadir un pequeño dispensador sujeto al transportín para que pueda beber, aunque la realidad es que no siempre lo utilizan porque el estrés les quita las ganas. Lo importante es que lleguen bien hidratados a la salida y tengan agua disponible lo antes posible al llegar al destino.

Una preparación mental necesaria.

Más allá de la salud física, lo que realmente define cómo vivirá tu mascota el viaje es su estado emocional. Un animal que se enfrenta al avión sin haber estado nunca en un transportín, que no ha salido de su casa en meses y que de repente se encuentra con ruido, olores y movimiento, lo pasará mal desde el primer minuto. Por eso conviene entrenar con tiempo.

El transportín es la pieza clave. No debería ser un objeto extraño que aparece el mismo día del viaje, sino un espacio familiar en el que tu mascota se sienta segura. Lo ideal es dejarlo abierto en casa semanas antes, colocándole dentro mantas, juguetes o incluso premios para que lo asocien con algo positivo. Puedes imaginarlo como el proceso de acostumbrar a un niño pequeño a dormir en su propia cama: al principio puede costar, pero si lo haces de forma gradual acaba viéndolo como su espacio de descanso.

La habituación a ruidos fuertes también puede ayudar. No hace falta que pongas un altavoz con ruido de motores, pero sí es útil exponerlos a ambientes más bulliciosos de lo habitual, como pasear por calles con tráfico, entrar en estaciones de tren o acostumbrarlos a oír música más alta en casa durante ratos cortos. Todo ello sirve para que su tolerancia al ruido aumente y el cambio en el aeropuerto no sea tan drástico.

Otro aspecto que influye es la relación con las rutinas. Los animales se sienten más tranquilos cuando reconocen patrones, así que, si antes del viaje les acostumbras a horarios más flexibles de comida o paseo, luego tolerarán mejor las pequeñas alteraciones del día del vuelo. Por ejemplo, si siempre sacas a tu perro a las ocho en punto, prueba a variar entre las siete y media y las ocho y media algunos días, de manera que no se genere una dependencia exacta de la rutina. Ese margen de adaptación se agradece cuando viajas porque es casi imposible cumplir con los horarios habituales.

Aquí es donde entra la parte más humana del asunto: tu propia actitud. Los animales captan tu estado emocional con una facilidad sorprendente. Si tú estás nervioso, ellos también lo estarán. Si tú transmites calma, ellos lo perciben y se sienten más seguros. Es como cuando subes en coche con alguien que conduce de forma confiada frente a otro que está tenso y agarrotado; la experiencia cambia por completo. Lo mismo pasa con tu mascota.

Trámites y detalles prácticos que conviene conocer.

Aunque hablemos mucho de la parte emocional, la logística no se puede dejar en segundo plano. Viajar con un animal en avión conlleva papeleo y requisitos específicos que varían según el destino. Necesitarás un certificado veterinario que confirme que está en buen estado de salud, además de la cartilla de vacunación actualizada y, en muchos casos, un pasaporte para animales de compañía. Si viajas a otro continente, es posible que exijan pruebas adicionales, como análisis de sangre o periodos de cuarentena, así que conviene informarse con suficiente antelación para no tener sorpresas de última hora.

Los transportines, además, deben cumplir medidas y características aprobadas por la IATA (la asociación internacional que regula el transporte aéreo). Esto significa que no vale cualquier caja de plástico, sino que debe ser resistente, segura y con buena ventilación. Aquí no es raro que mucha gente se pierda entre tanta normativa, por eso desde Star Cargo explican que contar con un transportín homologado y adaptado al tamaño exacto del animal evita problemas en el aeropuerto y garantiza que viaje cómodo durante todo el trayecto.

El check-in también puede variar: en algunos vuelos pequeños los animales viajan en cabina si no superan un determinado peso, mientras que en los trayectos largos suelen ir en bodega, en una zona presurizada y climatizada. Esto último genera inquietud a muchos dueños, pero lo cierto es que esas bodegas están preparadas para que viajen en condiciones seguras. Aun así, conocer de antemano cómo será el proceso ayuda a reducir la ansiedad, tanto tuya como la del animal.

Trucos cotidianos para que tu mascota viaje más tranquila.

Además de todo lo técnico, existen pequeños gestos que ayudan mucho. Uno de ellos es el olor. Los animales reconocen su mundo a través de los olores, por eso es buena idea colocar en el transportín una manta que huela a casa, o incluso una camiseta tuya usada. Esa simple referencia olfativa actúa como un ancla emocional que les da seguridad en medio de un entorno desconocido.

Los juguetes también son útiles, aunque conviene elegir bien. Nada de pelotas que puedan rodar y volverse molestas, sino objetos blandos o mordedores pequeños que entretengan y tranquilicen. Si tu mascota es especialmente nerviosa, algunos veterinarios recomiendan feromonas sintéticas en spray o en difusor para el transportín, que generan un efecto relajante similar al que experimentan de cachorros con su madre.

En cuanto a ti, recuerda que el viaje empieza mucho antes de despegar. Desde el momento en que sales de casa, tu tono de voz, tus gestos y tu forma de moverte influyen en cómo lo vivirá tu mascota. Hablarles con tranquilidad, acariciarles y actuar con normalidad es mucho más efectivo que estar todo el rato sobreprotegiéndolos con gestos nerviosos. Es como acompañar a un amigo que tiene miedo a volar: si tú estás relajado, le transmites seguridad, pero si le preguntas cada dos minutos si está bien, solo le recordarás que hay motivo para preocuparse.

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