Las personas que se han colocado un implante dental con el tiempo tienen la misma sensación que si llevaran un diente natural. No son conscientes de que llevan en el maxilar un material extraño y mastican con la misma seguridad y fuerza que lo hacen con la dentición natural. Pero, ¿es fácil adaptarse a este tipo de implantes?
Un implante es un dispositivo médico, prótesis o sustancia que se coloca en el cuerpo para sustituir una estructura biológica, mejorar alguna de sus funciones o con fines estéticos. Es diferente de la ortopedia que trata de corregir o prevenir deformidades del cuerpo humano mediante ciertos aparatos externos o ejercicios corporales. Estos aparatos se pueden adquirir hoy en una ortopedia online como Interortopedia. La ortodoncia, por su parte, utiliza aparatos externos para corregir las alteraciones en la colocación de los dientes y los huesos maxilares. Esta práctica que suele efectuar en las mismas clínicas que los implantes. Existen clínicas de ortodoncia e implantes dentales en Madrid como Dental Morante y otras ciudades de España.
Los implantes dentales son raíces artificiales, generalmente de titanio, que se insertan en el hueso para constituir el soporte de los dientes artificiales fijos, sustitutos de dientes naturales perdidos. Al estar hechos con materiales biocompatibles, se unen fácilmente al hueso alveolar y no provocan rechazo. Desde que se coloca el implante hasta que se pone el diente pasa un tiempo, hasta dos meses, pero otras veces puede hacerse el mismo día, siempre que la calidad del hueso lo permita.
Con el tiempo, el hueso donde van implantados las raíces dentales se va reduciendo o reabsorbiendo al no recibir ningún estímulo, un problema que agravan algunas prótesis dentales removibles. La ventaja de los implantes es que pueden ralentizar e incluso detener este proceso. Además, hoy los implantes se complementan con injertos óseos para restablecer el hueso perdido cuando sea necesario para colocar la raíz artificial. Las técnicas de cirugía reconstructiva actuales permiten reconstruir el hueso sin necesidad de recurrir a injertos del propio paciente.
Tipos de implante
Los implantes dentales pueden tener forma de cilindro, lámina o cresta delgada. Los implantes cilíndricos, al ser habitualmente roscados como los tornillos, presentan una mayor superficie de contacto con el hueso, lo que favorece el proceso de osteointegración o integración con el tejido óseo. Los implantes en forma de lámina se utilizan con éxito para sustituir los dietes incisivos centrales del maxilar superior, especialmente cuando el hueso es profundo y ancho, pero están desaconsejados cuando el paciente carece de dientes en el maxilar superior o inferior. El implante en forma de cresta delgada es el más fácil de colocar. Al dentista le corresponderá establecer cuál es el tipo de implante más adecuado para cada caso.
Unas molestias mínimas
El tratamiento con implantes supone unas molestias mínimas. Se trata de un procedimiento quirúrgico mínimamente invasivo e indoloro, que por lo general se lleva a cabo en una sola sesión de unos quince minutos mediante una anestesia local parecida a la que se aplica para un empaste. El paciente solo percibirá presiones en la zona y el ruido que hacen los instrumentos. Únicamente en algunos casos muy concretos la intervención se hará en un hospital y habrá que recurrir a la anestesia general.
El postoperatorio tampoco supone grandes contratiempos. Cuando cesan los efectos de la anestesia local, el paciente puede sentir una pequeña molestia, que solo en algunos casos llega a ser más intensa. En algunas personas, la zona intervenida puede inflamarse pasadas 24 horas de la colocación del implante, pero en principio esto no tiene que ser motivo de preocupación, porque es una consecuencia de la acción reparadora que están llevando a cabo los tejidos.
No existe riesgo de rechazo a los implantes, porque el material habitualmente utilizado, el titanio, no resulta tóxico ni irritativo, es biocompatible y bien tolerado por los tejidos blandos, y se integra con el hueso. El porcentaje de éxito de estas intervenciones supera el 90 %. Y si un implante no llegara a integrarse en el hueso, se puede sustituir por otro sin ningún problema.
Mantenimiento y cuidados
El paciente ha de tomar algunas precauciones para que no se vea interferida la integración del implante en el hueso. En primer lugar ha de mantener una buena higiene bucal para que las infecciones bacterianas no afecten al implante. Las enfermedades periodontales como la piorrea constituyen un riesgo para los implantes. También tienen riesgo de sufrir complicaciones los fumadores, porque el tabaco incluye componentes nocivos que alteran la osteointegración. En esta etapa inicial, tampoco es conveniente aplicar excesiva carga en los implantes, sobre todo en los que incorporan prótesis provisionales. Existen protocolos de mantenimiento de los implantes, que incluyen revisiones periódicas, para controlar tanto las infecciones como los desajustes.
Más del 90 % de los implantes continúan en buen estado a los quince años de su colocación. Sin embargo, el éxito o el fracaso de un implante va a depender sobre todo de los hábitos de higiene y salud del paciente. El fracaso no solo se puede producir en la etapa inicial de integración del implante en el hueso por las causas anteriormente explicadas, sino también en las etapas posteriores a la osteointegración, por infecciones, fracturas y desajustes en las prótesis o los elementos de unión de éstas con los implantes. Si se detectan a tiempo, estas complicaciones pueden corregirse y conservarse el implante.
Con un adecuado mantenimiento, los implantes suelen durar más de veinte años. Algunos pacientes llevan implantes desde hace más de treinta años. De hecho, los que se hacen con las técnicas actuales no tienen fecha de caducidad. No es posible predecir una duración determinada. Esto depende ya no solo de los hábitos del paciente sino también de sus características anatómicas.